En primer lugar, respecto al cumplimiento del deber de protección el empresario es responsable de garantizar que cada trabajador reciba una formación teórica y práctica, suficiente y adecuada, en materia preventiva. Debido a la importancia de la seguridad de los empleados, deben formarse tanto en el momento de sus contrataciones como cuando se produzcan cambios en las funciones que desempeñen, o se introduzcan nuevas tecnologías y/o cambios en los equipos de trabajo.

Además, la formación tiene que  centrarse en los riesgos específicos a los que se enfrenta cada empleado en su puesto de trabajo y adaptarse a la evolución de los riesgos y a la aparición de otros nuevos, repitiéndose periódicamente si fuera necesario.